martes, 10 de agosto de 2010

ENTREVISTA A FÉLIX GRANDE

(Publicada en la Revista "El Unicornio" nº 22 en junio de 2006)

Por José Francisco López (Arahal)



FÉLIX GRANDE: “No ha habido una familia como la de los Pavón en la historia del Flamenco”.

Escribía Félix Grande en el preludio de su libro “Agenda Flamenca”: “Todo libro aspira a ser una conversación, una tertulia en donde charlan el escritor y sus lectores”. Y esa era la intención de esta entrevista, una conversación con uno de los galardonados en el V Memorial Niña de los Peines “Al Gurugú”. Y la entrevista se convirtió en conversación, y la conversación en tertulia y si en otro número de nuestra revista decía que Félix Grande era una de mis debilidades, aun sin conocerlo, por su palabra escrita y oída; ahora he de confesar que tras compartir con él varias horas de tertulia, se ha convertido en una persona que ha dejado en los entresijos de mi memoria mucho más que palabras, ha dejado una actitud ante el flamenco, la palabra poética y la vida de un auténtico flamenco cabal.

Félix Grande es flamenco, poeta, ensayista, narrador, letrista... Nació en Mérida en 1937.
Ha obtenido los premios de poesía Alcaraván (1962), Adonais (1963), Guipúzcoa (1965), Casa de las Américas (1967), Nacional de poesía (1978) y Manuel Alcántara (1996); de narrativa, Eugenio D’Ors (1965), Gabriel Miró (1966), Barcarola (1989) y Felipe Trigo (1994); de ensayo, Hidalgo y Nacional de Flamencología (1980). En 2004 fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras.
En 1998, y por votación popular coordinada desde la revista El Olivo, fue proclamado el mejor escritor de temas flamencos.
Además de su narrativa y sus libros de poemas como ensayista es autor de los libros Occidente, ficciones, yo (1968), Apuntes sobre poesía española de posguerra (1970), Mi música es para esta gente (1975), Memoria del flamenco (1979), Elogio de la libertad (1984), Agenda flamenca (1985), Once artistas y un dios (1986), La calumnia (1987), García Lorca y el flamenco (1992), La vida breve (1995), Paco de Lucía y Camarón de la Isla (1998), Persecución (disco con un estudio sobre la marginación de los gitanos españoles, 1976), Grandes del flamenco (seis LP, antología y estudio, 1981).


- ¿Cómo llega el flamenco al alma de Félix Grande?

- Pues mira, mi padre y mi abuelo eran muy buenos aficionados y me acuerdo que discutían con mucha frecuencia. Mi abuelo decía que el cantaor que le ponía los pelos de punta más de prisa era El Niño de Almadén, y mi padre decía que no lo comparara con el Niño Gloria y ahí empezaba la disputa. Recuerdo que mi padre le decía lo que pasa es que la tierra tira mucho pero no lo compare usted con el Niño Gloria que cuando ese hombre cantaba una saeta hasta Jesucristo se desclavaba de la Cruz. Después yo empecé a ir al Flamenco en los años cuarenta en plena época de la ópera flamenca y además, en Tomelloso, que era donde vivíamos entonces, había mucha afición al Flamenco y además en los veranos venían a segar o a vendimiar cuadrillas de Andalucía y muchos gitanos, y entonces yo que vivía en las afueras del pueblo, de chiquillo me juntaba con los gitanitos o con los niños andaluces y tocábamos las palmas y aprendíamos compás. Y después empecé a ir al teatro, que se llamaba Teatro Cervantes, y venían todos los años lo que entonces se llamaban compañías, la compañía de Manolo Caracol con la Lola, la compañía de Manolo el malagueño, del Príncipe Gitano; allí vi bailar, la única vez que la he visto a carmen Amaya, allí escuché al Pinto que también llevaba su compañía y allí me fui haciendo aficionado para siempre.

- Yo descubrí a Félix Grande, bueno más que a Félix Grande a su voz, en el disco “Persecución” de “El Lebrijano”, donde me impresionó esa voz tan profunda.

- Ese fue un disco que hicimos con muchas ganas. El Lebrijano se creyó de verdad ese disco, lo cantó muy bien. Los dos guitarrista estuvieron bordados. Me acuerdo de un día que teníamos que grabar las galeras, y estaba previsto que se cantara por tangos, lentamente, pero queríamos darle unidad a toda la estructura musical del disco y le dije a Enrique de Melchor: “yo no sé qué decirte, lo único es que me gustaría que suene a agua a oleaje”. Enrique de Melchor se apartó diez minutos y volvió con la falseta de las galeras. Estábamos todos muy contentos con ese disco. Yo le di primero al Lebrijano un dossier con varias historias de los gitanos en España, seleccionamos las que más nos gustaban , le hice las letras, luego editamos el disco con un texto grande sobre la historia de esta persecución. Nos lo creímos todos y salió un homenaje muy bonito.

- Poeta, letrista de flamenco, ¿es lo mismo para usted?

- Las letras flamencas son muy difíciles, yo he escrito muchos libros de poesía, me han dado muchos premios, el Adonais fue el primero, también el Premio Nacional de poesía, el Premio Nacional de Flamencología, muchos premios de poesía, pero cada vez que me he puesto a intentar componer coplas flamencas... de todas las que he hecho no sé si me habrán salido dos o tres. Es muy difícil reunir en tres o cuatro versos una historia o el tuétano de una historia. Es muy difícil. Eso es un momento único dentro de la poesía española, pero único. Nunca se había cantado con tanta intensidad lírica y con tanta intensidad emocional la palabra poética, nunca había tenido tanta fuerza en tan pocas sílabas.

- Y sin embargo la lírica flamenca ha estado muy denostada.

- Aún ahora, bueno ya no está denostada, pero sí olvidada. Aún ahora las personas que se encargan de establecer los programas de estudios universitarios, que no sabemos quiénes son y si lo supiera tan poco lo diría porque sería como una delación, no han metido el cancionero flamenco en la celebración de la poesía dentro de la universidad, lo que no quiere decir que sean responsables los rectores ni los decanos ni los profesores, simplemente no está en el protocolo y entonces no se incluye. Lo que si está es el cancionero anónimo español y no sólo se estudia con mucho fervor, sino que incluso hispanistas le dedican su vida entera a estudiar y a celebrar esa poética que es hermosísima también , pero con la poética flamenca no ha pasado todavía, la razón la desconozco y hacer una hipótesis no quiero porque a lo mejor se me ocurriría algo un poco agresivo.

- Félix Grande también es ensayista, ¿qué tal se encuentra en esa labor de investigación flamenca, teniendo en cuenta la barrera que supone la falta de documentación?

- Ahora ya va habiendo documentación. Desde que salieron los primeros libros en los años cincuenta de Anselmo González Climent, de Antonio Mairena y Ricardo Molina..., a partir de entonces empezó a haber bibliografía. Incluso la que había anterior a esa época se desconocía por entonces, la primera edición del libro de Demófilo es de 1881, y cuando Federico García Lorca en 1922 escribió a favor del flamenco y escribió algunas frases sobre la copla espléndidas, no conocía el libro de Demófilo. Pero, a partir de los años cincuenta empezaron los intelectuales a cambiar de actitud, porque hasta entonces habían estado con reservas o con desdén hacia el Flamenco, pero cambiaron de actitud y empezaron a darse cuenta de lo que había ahí, empezaron a celebrar el flamenco y ahora hay miles de libros. Entre ellos por lo menos cien son útiles y si los visitas todos y haces fichas llegas a tener mucha documentación. Documentación musical hay menos porque ha habido muy pocos músicos que se hayan dedicado a investigar, aunque algunos ha habido como García Matos, Hipólito Rossy..., y lo que hay mucho es investigación de carácter antropológico o de carácter social, hasta de carácter político, sobre las letras, sobre los cantes... Ahora ya hay una buena documentación.
Lo que pasa es que sobre los orígenes siempre queda una nebulosa, aunque parece que lo que se va estableciendo ya definitivamente es que las primeras estructuras flamencas nacen a finales del siglo XVIII y se desprenden de los romances, de esto hay pruebas, por ejemplo Suárez Ávila del Puerto de Santa María, ha recogido viejos romances y vemos como algunas cuartetas de esos romances después nos la encontramos en forma de toná o martinete. Entonces los primeros cantes, las tonás y los martinetes, los cantes sin guitarra y las deblas son de finales del XVIII, más atrás no hay no hay ni un solo documento.

- Lo que sí hay es un germen que da origen a todo eso.

- El germen es increíble, el germen es un mestizaje maravilloso. Manuel de Falla dijo que el origen del Flamenco está en el asentamiento en Andalucía de las músicas orientales, en la llegada a la iglesia española de la liturgia bizantina y en el establecimiento en España de las primeras tribus de gitanos a partir del siglo XV. Ahora bien cuando las músicas orientales llegan a Andalucía se encuentran con las jarchas, con las músicas visigóticas, con las músicas romanas, griegas... y se va haciendo un mestizaje a través de siglos y de pronto revienta con unos gritos que son las tonás y desde el momento en que aparece, técnicamente han dejado de ser folclore y ha pasado a ser un cante muy específico para que sólo lo pueda interpretar alguien que tiene un privilegio en la garganta.
El Flamenco ha encontrado, ha construido un código expresivo posiblemente único en el mundo.

- ¿Y el momento actual del Flamenco cómo es? ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia un mestizaje total con otras músicas?

- El mestizaje ha ocurrido en el Flamenco antes de que existiera el Flamenco. La cantidad de músicas que hay en el subsuelo del Flamenco es una riqueza increíble. El mestizaje también debió empezar en el mismo momento en que empezó el Flamenco, el mestizaje o en todo caso la capacidad de creación. Si es verdad que el primer cantaor fue Tío Luis el de la Juliana o El Planeta o ... Pues el Planeta debió enseñar al Fillo, pero el Fillo seguro que ya no cantaba como el Planeta, él ya le puso su parte; y según parece el Fillo enseñó a cantar por seguiriyas a Franconetti, pero cuando Franconetti pasa por el Flamenco deja un abanico de formas abierto. Ya Demófilo en 1881 se quejaba del mestizaje, se quejaba de la posibilidad de que fueran a desaparecer las viejas tonás, las viejas seguiriyas, los viejos cantes originarios. Todos los grandes flamencos han sentido un profundo respeto por la tradición, han conocido muy bien los cantes de sus antepasados, pero si su corazón les ha pedido que le agreguen algo, le han agregado. De manera que ahora está pasando lo que ha pasado siempre, ¿qué va a quedar de toda esta fusión?, pues quedará lo que tenga fuerza emocional, lo que sea de verdad. Sin embargo lo que sea producto de la codicia, de la necesidad de ser famoso en cuarenta y ocho horas, eso desaparecerá, no hay que preocuparse, desaparecerá solito, el tiempo es un crítico feroz, pero justo. Yo no le tengo miedo a las aventuras, digamos heterodoxas, primero porque algunas de esas aventuras a lo mejor van a quedar en la herencia general del Flamenco, y segundo porque lo que no sea digno de quedar no va a quedar, el tiempo se lo va a llevar solo, como se debe haber llevado un montón de cosas que ya no podemos escuchar de la época de los cafés cantantes.

- Supongo que tendrás algunos cantaores predilectos.

- Sí, pero muchos.

- Pero entre ellos tiene que haber algunos que te duelan más que otros, esos que te erizan la piel con solo abrir la boca.

- Primero el que más me dolía era Caracol. Me gustó siempre el maestro Mairena porque era una enciclopedia, era una universidad y aprendías todos los cantes con él. Y luego la etapa de Camarón es una etapa maravillosa. Camarón tenía un don, tenía una voz que era capaz de convertir los cantes por tangos o por bulerías en algo que sonaba a seguiriyas. En Camarón todo suena con una energía que parece que viene del fondo del pozo del dolor. Y otro que me ha gustado siempre, y ahora incluso más, porque ahora tiene muchos años y se pelea ya no con el cante sino consigo mismo, es Fosforito, que es uno de los cantaores que mejor compás ha tenido en la historia del Flamenco. Y otro cantaor que admiro mucho es Enrique Morente, lo admiro mucho porque se sabe todos los cantes muy bien, tiene una voz muy hermosa, muy flamenca, y porque es una de las personas que más angustia creadora han puesto en su esfuerzo por expresarse dentro del cante.

- Para finalizar, ¿qué podemos decir de la familia de los Pavón?

- En la casa de los Pavón nació la cantaora más grande, posiblemente la más grande de toda la historia, digo esto con la reserva de que no hemos escuchado cantar a Mercé la Serneta por ejemplo, pero es previsible que no haya cantado ninguna mujer como ella nunca, pero no sólo mujeres, sino que en su época yo no sé si había cantaores que cantaban como Pastora.
Tomás Pavón era un artista de una profundidad, de una gravedad, de una sinceridad desgarradora, con una manera de ligar los tercios que nada tenía que ver con el poderío, con la exhibición del fuelle del diafragma, sino que tenía que ver con la estética y la forma, sobre todo en los cantes por soleá. Un hombre que debió ser magnífico, con una gran dignidad.
Allí, en la casa de los Pavón, aparece de pronto el primer piano, que en principio es como una especie de escándalo, pero ahí se ha asentado, y ahora mismo hay unos jóvenes pianistas excelentes que no existirían sin Arturo Pavón.
Hasta donde conocemos yo creo que no ha habido una familia como la de los Pavón en la historia del Flamenco.

lunes, 1 de marzo de 2010

ANTONIO MAIRENA, CIEN AÑOS

Antonio Cruz García, Antonio Mairena, nació el 7 de septiembre de 1909 en Mairena del Alcor. Era hijo de Rafael Cruz Vargas y de Aurora García Heredia. Rafael era herrero, y Antonio tuvo que ayudarlo en la herrería desde muy joven. Sólo acudió tres años al colegio, por lo que tuvo que luchar mucho para aumentar su formación con el paso del tiempo.


Antonio crece con el Flamenco en las venas, ya fuera escuchando a aficionados en la herrería o asistiendo a algunas fiestas con su padre donde escucha a Manuel Torre, El Niño Gloria o Joaquín el de la Paula.


Aunque había actuado en el entorno familiar, podemos decir que su primera aparición pública fue en Alcalá de Guadaíra, en 1924, en un concurso que presidió Joaquín el de la Paula, y en el que ganó el Primer Premio, contando sólo con catorce años de edad. Resulta curioso que su primer premio lo obtuviera en Alcalá, ya que desde mi punto de vista son los cantes de Alcalá los que conforman la columna vertebral de sus cantes por Soleá.


Poco después Antonio se traslada a Arahal, donde trabaja en la taberna de un familiar. Tras la muerte de su madre y el segundo matrimonio de su padre se marcha a vivir a Carmona. Poco a poco Mairena se va adentrando en los ambientes flamencos de Sevilla, y es en la Alameda de Hércules donde comienza a ser reconocido. Pero Antonio Mairena acostumbra a recordar como el primer lugar de sus grandes éxitos la esquina entre la Calle Sierpes y la Plaza de San Francisco, donde por primera vez accede a un balcón para cantar saetas en la Semana Santa de la Sevilla de 1933. Se preparó más de cien letras de saetas, y a lo largo de esa semana el público empezó a rendirse a ese joven volcán que irrumpía en el Flamenco. Ese mismo año conoció a Carmen Amaya, que inmediatamente lo contrató. Con ella graba los cantes de la película “María de la O”. En 1936 conoce a Melchor de Marchena, con el que comenzó a trabajar de manera asidua.


Tras la Guerra Civil, se instala en Carmona, donde alterna varios trabajos con sus actuaciones. En 1941 graba sus cuatro primeros discos y poco a poco termina por introducirse en diferentes espectáculos y cuadros flamencos. Con su trabajo se va ganando el respeto y la admiración de todos. Poco después surge la primera gira internacional.
Después está durante una década cantando para Antonio el bailaor, consiguiendo gran éxito.
Poco a poco el Flamenco empieza a vivir un momento de auge y surgen Peñas, la cátedra de flamencología de Jerez , los concursos nacionales de Córdoba y los primeros Festivales, y Antonio prefiere quedarse en Sevilla, en vez de marcharse a Madrid.


El 19 y 20 de mayo de 1962 compiten en Córdoba por la “Llave de oro” del cante: Antonio Núñez “Chocolate”, Fosforito, Juanito Varea, Platero de Alcalá, Pericón y Antonio Mairena. Un jurado compuesto entre otros por Juan Talega, Ricardo Molina, González Climent o Aurelio Sellés le otorgó la Llave de oro del cante al maestro de Mairena. Este premio consagró definitivamente a Antonio como un maestro del cante.


Antonio Mairena tiene mucha fe en las iniciativas populares que empiezan a surgir para dignificar el cante, en torno a las Peñas y a la cátedra de Flamencología y a los primeros festivales que van surgiendo como son el “el potaje” en Utrera o “el gazpacho” en Morón de la Frontera, y que después llegarían a otras localidades como Lebrija, Mairena, Alcalá, la Puebla de Cazalla, etc.


Paralelamente a sus actuaciones lleva una carrera discográfica ejemplar y rigurosa, de tal manera que sólo con sus grabaciones se puede reconstruir el noventa por ciento del cante Flamenco. Su último disco “El calor de mis recuerdos” es una verdadera joya flamenca, y sus cantes por tonás son realmente impresionantes, aunque él siempre ha estado especialmente orgulloso de su obra “La gran historia del cante gitano andaluz”.


También a la par que sus actuaciones y grabaciones desarrolla una importante labor investigadora y difusora del Flamenco. La gran relación que siempre tuvo con los gitanos de las localidades vecinas, le llevó a conocer y profundizar en los cantes y, sin duda ninguna, su amistad con Juan Talega, le hace ir directamente a la Tradición oral más antigua para recrear cantes casi desaparecidos como la liviana, la toná liviana, algunas tonás o los cantes del Nitri, Juanelo, Loco Mateo, etc. En este punto quisiera hacer un inciso que me parece básico, desde mi punto de vista la tradición oral siempre es un arma de doble filo cuando se trata de afirmar que un cante es exactamente de una determinada manera. En realidad el paso del cante de un cantaor a otro cantaor hace que ya no sea exactamente igual, ya que no hay dos cantaores exactamente iguales, por eso a mí me gusta hablar de recreación de esos cantes. Algunos se atreven a decir que él los mejoró, los “limpió”, una autentica barbaridad si nunca se ha escuchado el original.


Fruto de su colaboración con el poeta Ricardo Molina, surge el libro “Mundo y Formas del cante Flamenco”, donde expresan su visión acerca del origen y la evolución del cante, a la par que intenta elevar a la categoría de verdad absoluta la supremacía de los cantaores gitanos. Lo más importante, a mi juicio, del libro, es la clasificación de los cantes, lo que sería el árbol genealógico del cante. En 1976, la Universidad de Sevilla publica el libro “Las confesiones de Antonio Mairena”, donde el maestro cuenta sus recuerdos flamencos, su experiencia y su vida como cantaor.


Antonio Mairena consiguió que el Flamenco saliera de las catacumbas y llegara a la Universidad, llegando a ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Córdoba. Influyó decisivamente al conocimiento, auge y respeto al mundo del Flamenco, eso es innegable.


Recibe innumerables reconocimientos y homenajes, y es el primer cantaor que recibe la Medalla de oro de las Bellas Artes.


Al calor de Mairena, surge el Mairenismo, una corriente de pensamiento flamenco que se erige en defensora de la pureza y la tradición, y que tiene como guardianes de esa pureza a los cantaores gitanos –supongo que ahí no entrará Manolo Caracol-, y como credo esencial a la “razón incorporea” –las razones rituales de los gitanos- y que ha sido durante muchos años, una corriente casi de pensamiento único, que denostó y degradó a grandísimos cantaores, algunos de ellos gitanos, por cierto.


En la actualidad, ese tipo de pensamiento flamenco ha sido profundamente revisado. Una vez más el tiempo se encarga de ir poniendo las cosas en su sitio.


Pues bien, desde mi punto de vista, todo aquel que en el arte se dedica a restar y dividir, se equivoca; todo aquel que piense que el arte, cualquier arte, es inmutable a lo largo del tiempo, se equivoca; todo aquel que cree que sólo hay una determinada forma de interpretar, se equivoca; todo aquel que crea que el arte no evoluciona, se equivoca; y por último todo aquel que cree que puede haber evolución sin el conocimiento de la tradición también se equivoca; sin embargo, como decía Chaplin: “no quiero renunciar a la libertad deliciosa de equivocarme”.


Antonio Mairena nos dejó una obra sonora extraordinaria y nos aportó un legado, un regalo flamenco que debemos aceptar y cuidar independientemente de lo que pensemos de sus teorías. Fue un gran cantaor sin el cual la historia del Flamenco no sería la misma.


Y por último, y pensando en el Flamenco y en todos los órdenes de la vida, hago míos unos versos que el maestro Mairena cantaba por tonás:



¡Qué grande, qué grande, qué grande
es la libertad!