domingo, 16 de marzo de 2008

APUNTES SOBRE LA SAETA

José Francisco López (Arahal)


“Quién me empresta una escalera
para subir al madero,
y quitarle las espinas
a Jesús el Nazareno.”
(Saeta Popular recogida por Demófilo)1

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define Saeta como arma arrojadiza consistente en un asta delgada y ligera, con punta afilada en uno de sus extremos y que se dispara con un arco. Por eso, haciendo un ejercicio de imaginación metafórica, hemos de concluir que quien quiera que bautizó como saeta este cante que a modo de flecha sale del corazón y llega al alma acertó de pleno.

El origen de la Saeta está envuelto en una nebulosa, hay muchas hipótesis, muchas teorías, muchas leyendas. Algunas de estas leyendas son ciertamente hermosas, por ejemplo aquella que nos dice que el origen de las Saetas son los cantos de los conversos a Cristo o la Virgen empeñados en demostrar públicamente su recién adquirida fe, o aquella que nos cuenta que su origen fue el ajusticiamiento por la Inquisición de Fernando el de Triana, ya que su madre, en el momento del ajusticiamiento, hace un canto con tal pasión y dramatismo que los asistentes a este auto de fe solicitaron que se repitiera. Arcadio Larrea nos dice que la Saeta es una forma musical procedente de algún lejano rito de la fecundidad, aunque que se sepa nadie comparte con él esa tesis. Ángel Caffarena opina que la Saeta tradicional se origina en la antigua música religiosa de la cristiandad. Sin embargo no existen documentos que puedan corroborar estas leyendas o hipótesis, por eso hay tantas. Lo que sí es indiscutible es su origen antiquísimo, probablemente el medievo a tenor de una importante prueba documental, esto es, un libro editado en Sevilla en 1691 de fray Antonio de Escaray, y de largo título: Voces del dolor nacidas de la multitud de pecados que se comenten por los traje profanos, afeites, escotados y culpables ornatos...; dábalas fray Antonio de Escaray, predicador de su Magestad, y Apostólico de Propaganda Fide de las Indias Occidentales, de la ciudad de Querétaro. En este libro fray Antonio de Escaray escribe: “Mis hermanos, los reverendos Padres del Convento de Nuestro padre San Francisco, de Sevilla, todos los meses del año hacen misión, bajando la comunidad a andar Víacrucis con sogas y coronas de espinas y, entre paso y paso, cantaban Saetas. Después hay sermón...”. Este tipo de saetas eran avisos morales o sentenciosos, como se puede ver en la letra:

“Quien perdona a su enemigo
a Dios gana por amigo
En asco y horror acaba
todo lo que el mundo alaba
¿Cómo se piensa salvar,
quien no quiere confesar?”

Eran saetas más romanceadas que cantadas, exhortativas y moralistas que pretendían mover a la piedad.

Como hemos dicho anteriormente el gran problema que tiene enfrentarse a la historia del flamenco en general y de la saeta en particular es la falta de pruebas documentales. Es exactamente lo que sucede con la saeta antigua de Arahal, que, en tanto que no existen documentos que nos alumbren su origen, sólo cabe imaginar con más o menos lógica cual fue el génesis de estas saetas que interpretaron magistralmente Tío Valero, Mairena, Lobatito o Diego de la Casta por citar algunos, y que magníficamente estudió Serafín Ávila en el libro y disco “La Saeta en Arahal”.

En cuanto a la Saeta Flamenca hay que decir que su origen coincide con la aparición del cante, y como éste también está inmersa en una nebulosa, sin documentación que corroboré las hipótesis sobre su origen. Antonio Mairena dice que la Saeta no es más que una derivación de la Toná y sitúa su nacimiento en Jerez de la Frontera. En cambio Ángel Álvarez Caballero, la sitúa en su origen en Cádiz, a finales del siglo XIX, y en torno a la familia de Enrique el Mellizo. Hipólito Rossy dice que el nacimiento de la saeta flamenca ocurrió en 1925, cuando, según él, comienza a ser acompañamiento habitual de los pasos procesionales de Semana Santa, y que su creador fue el cantaor Manuel Centeno. Otros atribuyen su origen a Don Antonio Chacón y otros a Manuel Torre. También se ha hablado de Medina el Viejo o La Serrana.

Una vez más nos encontramos que hipótesis y leyendas hay muchas, pero certezas documentales muy pocas. Lo que sí parece cierto es que la Semana Santa, nuestra Semana Santa, sin Saetas es inconcebible. Una Saeta tradicional, una Saeta por Seguirillas o por Martinetes, además de descanso al costalero, proporcionan al gentío que observa el sufrimiento de un Cristo, un halo de misticismo y religiosidad incomparable.

Desde un punto de vista métrico, predominan en las Saetas la copla romanceada de cuatro versos de ocho sílabas, aunque existen multitud de metros diferentes. Generalmente las letras de saetas actuales utilizan la quintilla, y en muchos casos hay que repetir algunos versos para completar la melodía de los diferentes estilos.

En el aspecto musical, Ricardo Molina distingue tres tipos de saetas:
1. Saetas derivadas de las Tonás.
2. Saetas emparentadas con las seguidillas gitanas.
3. Los recitales salmodiados con evidente influjo de los cantos litúrgicos de la Iglesia en los Oficios de Semana Santa.

Por su parte, Ricardo Rodríguez Cosano, ateniéndose a la discografía existente, clasifica las saetas en ocho grupos, con varios subgrupos en algún caso. Son la Saetas primitivas, la Saeta por seguiriyas, la Saeta Flamenca, la Saeta jerezana, la Saeta malagueña, la Saeta por carceleras, la Saeta por “martinete sevillano” y la Saeta de Cádiz.

Otra clasificación, desde el punto de vista flamenco, es la que distingue tres tipos de saetas: por seguiriyas, por martinetes y carceleras.



Manuel Centeno cantando una saeta


Según Blas Vega y Manuel Ríos, la saeta moderna toma como base la de Manuel Centeno, muy recargada de ornamentación y alargamiento de tercios y que se impuso en Sevilla a partir de los años veinte gracias a La Niña de la Alfalfa. También sostienen ambos autores que, posiblemente, el mejor artífice de la saeta haya sido El Gloria, cuya personalísima interpretación es la que ha sido más seguida por los saeteros posteriores.




La Niña de los Peines cantando
una Saeta en la primavera de 1929

Cansinos Assens argumenta que las Saetas son una especie sui generis dentro del Flamenco. Llena de alusiones locales, apuntando siempre a una imagen procesional concreta, revelan un fervor particularista por tal Cristo o tal Virgen, manifestando con ello su origen. Nacidas de la Semana Santa, forman el fabuloso retablo de la devoción popular andaluza.

“Ya se acerca la esperanzahermosa como los cielosgloria de los sevillanosy honra de los macarenos.”
(Saeta de la Niña de la Alfalfa)

No obstante, siendo este grupo de lo que podríamos llamar Saetas locales muy importante, lo más común en cuanto a la temática de las Saetas es que contengan alguna alusión a los pasajes de la Vida, Pasión y Muerte de Jesús:

“Por la puerta er templo sale
Jesús Nuestro Redentor
rodeado de sayones
como si fuera un traidor.”

Así es como lo expresa D. Antonio Machado y Álvarez “Demófilo”, que nos recuerda que todos los hombres que se han sacrificado por la humanidad, raza que se va extinguiendo entre los pueblos latinos, han sido perseguidos por la sociedad de su tiempo y enaltecidos por los siglos posteriores. El pueblo protesta siempre en sus cantares contra esas justicias tardías y aquellas injusticias contemporáneas.

Cantaba Manuel Torre:

“Al son de roncas trompetas
a la voz del pregonero
el pueblo se escandaliza,
el pueblo se alborotaba
de la muerte amarga del Nazareno.”

El propio Manuel Torre, junto a Chacón, Manuel Centeno, Pastora Pavón, Manuel Vallejo, El Niño Gloria, o Tomás Pavón fueron saeteros de una altura excepcional. Lo que hoy se canta, decía Mairena, no es ni sombra de las saetas de los mencionados maestros.

Bibliografía:
Blas Vega, José y Ríos Ruiz, Manuel, Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, Madrid, Cinterco, 1988.
Gutiérrez Carbajo, Francisco, La copla flamenca y la lírica de tipo popular, Madrid, Cinterco, 1990.
Taller de Cultura Andaluza nº 18. Junta de Andalucía.
Rodríguez Cosano, Ricardo, Ecos del cante por Saetas, Sevilla, 2001

1 Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, recoge esta Saeta, (Las saetas populares, pág. 28) que presenta la curiosidad que fue insertada por su hijo, Antonio Machado, como introducción a su famoso poema “La saeta” en su libro “Campos de Castilla”.
Nótese que la versión recogida por Demófilo presenta algunas variantes con la que se ha popularizado después.

1 comentario: